Al ritmo de un reloj que conduce el tiempo, corriendo tras las agujas, suspirando por llegar a tiempo y no perderse en el olvido. En el olvido de aquellos que ahora te recuerdan.
Aquella noche de otoño, desde la agonía y el suplicio, se oyó un grito, un grito al vacío que parecía no haber caído.
Entre las tinieblas del desconsuelo y la desconfianza, el miedo, a perder segundos y minutos, a no seguir el ritmo y caer en el olvido.
Silvia Soñadora