Bienvenid@


Querido soñador/a, bienvenid@
Soy Silvia Soñadora. Escribo para reflejar todo lo que mi alma quiere gritar. Un buen libro y un café. El ritmo de una canción. Sonrisas. Amor. Arte.
Esas pequeñas cosas que hacen esta vida tan bonita.
Dicen que escribir es el espejo del alma, así que las palabras aquí escritas serán mi reflejo.

Como parte de mis sueños, espero que disfrutes la lectura.

Setenta y tres pasos hacia delante

12.11.17

¡Buenas tardes valientes!


Después de dos semanas sin publicar ya iba siendo hora de volver a pasarme por aquí y contaros un poco que es de mi vida al otro lado del charco, (viva por la expresión original donde las haya)


Aviso importante: Se viene una entrada bastante larga, así que si os disponéis a leerla os aconsejo que os preparéis un colacao con galletas, o un bocadillo de chorizo, vosotros que podéis.


Y estando todos preparados… empecemos.


El pasado martes fue Halloween, y puedo decir que lo disfruté como una enana. Fui disfrazada al instituto, y allí casi todos, incluyendo profesores (podríais aprender un poco profesores españoles), iban disfrazados. Por la tarde fui a hacer el famoso truco o trato que aparece en las películas americanas, y el ambiente en las calles me pareció tan mágico… Llegué a casa con una bolsa de chuches que te subía el azúcar solo de mirarla pero oye, es una forma curiosa de probar todos los dulces canadienses habidos y por haber…


La semana pasada también llegó el frío, más aún. Estuvimos una semana entera con la máxima por los -10 grados, sobra decir que yo iba con mi abrigo que me llega por debajo de las rodillas y una bufanda que me cubre media cara, mientras aquí la gente va con cazadoras finas o incluso en sudadera, pero oye no es asunto mío si ellos tienen la sangre congelada y pueden salir así a la calle sin morir de hipotermia.
El jueves nevó, nevó a lo grande, y el viernes, el sábado, hasta el domingo. Digamos que el viento era tan frío que te atravesaba entera, y digo esto siendo de Burgos.


El viernes, el día empezó un poco torcido. Yo fui a coger el bus como todas las mañanas, pero tras media hora esperando, el bus seguía sin aparecer, y fuimos viendo como el resto de chicos y chicas desistieron y se fueron. Es importante recalcar que estaba nevando y hacía -15 grados,  sensación térmica de -23.
Al final nos llevaron en coche los padres de una amiga, y como era de esperar llegamos tarde, como la mitad de mi instituto porque había atasco en toda la ciudad. Después de esta pequeña anécdota del “otoño” canadiense, el día fue bien, y como siempre hay que quedarse con lo bueno, puedo decir que por fin vi los famosos ciervos de Canadá, cuando iba en el coche había dos corriendo por una montaña.
Ese fin de semana lo pase en casa, y más a gusto que un arbusto (va por ti, mamá)


                                          

   

                                                    
A día de hoy sigue habiendo nieve por toda la calle, sigo llevando mis botas y cambiándome a zapatillas en cada lugar al que voy, sigo yendo modo esquimal cada vez que asomo la nariz al congelador que se hace llamar calle, y bueno creo que será esa mi rutina hasta mayo, porque sí, aquí el invierno dura SEIS MESES.


Como os dije en una de las primeras entradas, esto es un continuo “es mi primera vez”, incluso después de más de setenta días aquí.


Y ahora es cuando os cuento lo rápido que se me va todo, y sé que puede sonar repetitivo y cansino, pero de verdad, la velocidad del tiempo aquí da vértigo, como cuando me doy cuenta de que este es mi tercer mes, que en una semana me toca pagar otra vez la factura del móvil y parece que la pague anteayer… o mismamente cuando veo la decoración navideña por todos lados y te das cuenta de que en mes y medio es 2018.




Los que me conocéis sabéis que no sería yo, sin una parte profunda, la ya típica reflexión (o reflexiones)


Tengo tantas cosas que quiero compartir que no sé muy bien que contaros primero. Estoy aprendiendo en todos los sentidos a niveles estratosféricos, pero sin duda a nivel personal es como más.


Cuando vine yo creía que era independiente, y aquí me he dado cuenta de que inconscientemente nos acomodamos a que nos resuelvan cada pequeño percance que se sale de nuestro conocimiento, quiero decir, se nos rompe algo y nos falta tiempo para llamar a alguien, o hablo por mí. Yo lo hacía. Y aquí, sin embargo, busco la manera de solucionarlo por mí misma antes, y por fin he aprendido a controlar un poco más el agobio, ese bicho malo que entra por el cuerpo cuando cualquier mínima tontería cambia un poco el transcurso de tu vida.





Hablemos de la ‘zona de confort’, sinceramente yo nunca le daba importancia a esa frase de salir de tu zona de confort, qué ilusa. La famosa “zona” es tener a tu madre recordándote que hagas no sé qué, tener a tu padre para que te arregle el collar que se te ha roto, a tu hermana para una charla de esas que liberan, a tu mejor amigo para cualquier plan improvisado, o a tu mejor amiga para una tarde de esas de perder el tiempo estando juntas, tener a toda esa gente que nos calma, nos escucha, nos abraza… tu rutina, tu sofá…
La zona de confort es real, y salir de ella es la manera de crecer. De superarte, y necesitarte a ti. De aprender a valorarte, y a valorar


A día de hoy, valoro cualquier detalle de una manera en la que nunca habría imaginado, una sonrisa, una palabra bonita, un hola inesperado, cualquier cosa de verdad… puede hacerte el día. Y mucho más allá, valoro a toda la gente que está ahí, los consejos que antes me sacaban de quicio… todo, valoro todo un millón de veces más que antes.  


También pienso mucho más antes de hablar o actuar. Siempre he odiado juzgar a la gente porque creo que cada uno lleva mil batallas por dentro y no somos quién para hablar de lo que cada uno hace o siente, o es. Pues adivinad qué, aquí aún más.


Siempre he sido muy sensible, la chica de las mil emociones y que se guarda todo para ella, y os contaré un secreto, la mayoría de personas importantes en mi vida no saben ni un décima parte de lo que he pasado, lo que he sentido… pues aquí esas emociones descontroladas se multiplican por tropecientos mil, y por fin estoy aprendiendo a gestionarlas un poco mejor, un poco.


Me quedan muchas cosas que decir, que contar, que compartir… y por supuesto que seguir aprendiendo, pero también nos queda tiempo, solo que va con el turbo a mil.


Gracias si has leído hasta aquí, y gracias a todos los que formáis parte de mi vida.
Solo quiero recordaros que soy feliz, que estoy cambiando mucho por dentro, muchísimo. Y que siempre hay algo bueno, si abres bien los ojos, y el corazón, siempre habrá algo de color, algo que valorar porque está ahí para ti.


La felicidad es el camino, la actitud, es momentos, y eres tú. Solamente tú.

Os mando un abrazo muy fuerte, de esos que tanto me faltan aquí, y mucho amor.






P.D: Nunca dejéis de soñar, y jamás dejéis de luchar
Silvia Soñadora